jueves, julio 07, 2022

Cena en tres tiempos

Tiempo 1

Magda puso de fondo una canción de Ednita Nazario mientras preparaba el arroz con pollo y las habichuelas guisadas con bolitas de plátano que tanto le gustaban. Aunque, por las fechas festivas, lo ideal era el lechón asado y el arroz con gandules, el pollo y las habichuelas sería el platillo perfecto para el reencuentro con Chuito. El secreto de las habichuelas no eran las bolitas. Era el sofrito que ella misma hacia con la receta de su mamá. Ese sofrito era como una pócima mágica de amor como las que hacían las brujas de Guayama antes de ser tierra de dioses. Unas hojas de reca’o y unos dientes de ajo eran la combinación ideal. El secreto para unas bolitas de plátano perfectas era echarlas justo cuando comenzaba a hervir las habichuelas y antes de echarle la salsa de tomate.

Ednita cantaba a to’ galillo “si el volviera que haría yo, si jamás logre arrancármelo” y Magda se engalillaba igual (o casi igual) (o nada de que ver con la voz de Ednita, sino de esas voces baratas de noche de Karaoke). Movía las manos como actriz de teatro comunal. Se había pintado los labios y mientras cantaba pasaba su lengua por los dientes delanteros para quitarse las manchas del labial que le quedaban de tanta mueca (o ella pensaba que le quedaban esas manchas, pero realmente era una manía mala que había adquirido de las veces que José le decía lo mal que se veían las mujeres pintadas). Pero, esta cena de año nuevo la hacia sentir más mujer que nunca. Esa mujer que José nunca la hizo sentir. Esa mujer libre de prejuicios propios por la edad o por las arrugas o por las tetas caídas o por su vulva estirada. Nada de eso le importaba con Chuito o con cualquier hombre del futuro, porque ella estaba dispuesta a vivir muchos años más, como su abuela Celsa María que murió a los 118 años, y esos años extras los viviría apasionadamente.  

Tocaron a la puerta y ella se tomó su tiempo en abrir. No quería verse desesperada, aunque a su edad ya nada era rápido porque los huesos no lo permitían. Cuando llegó frente a la puerta se arregló la blusa y se abrió los dos botones de arriba para dejar escapar parte de sus tetas.

Chuito se la comió con un beso apasionado, mientras que Ednita cantaba “como antes, cuando fuimos dos amigos, dos amantes”.

 

Tiempo 2

            El arbolito de navidad decoraba el comedor. No lo había puesto desde aquellas navidades después del huracán Fiona. Para qué lo hubiese hecho si la electricidad hubiese jodido las bombillitas de colores, y nunca las volvió a poner hasta hoy, porque no le daba su puta gana de pagarle a LUMA los 25 dólares que habían añadido a la factura de la electricidad para solventar una deuda que ella no había creado. Ella y el pueblo sabían que se los habían robado los populares y los penepés, pero, también sabían que el pueblo estaba secuestrado por politiqueros que se llenaban los bolsillos y por gringos que, cada día, se adueñaban más de lo poco que quedaba del país. Solo quedaba protestar o aguantarse y esa noche ella no quería pensar en esas pendejadas y, como protesta a ella misma y a su vida anterior, había decidido montar el arbolito y prenderlo.

            Magda sirvió la comida y platicaron de los últimos acontecimientos ocurridos. Ambos coincidieron que si morían ese mismo día sería la muerte más hermosa que hayan tenido dos amantes. Chuito le agarró las manos y las besó.

            Ella se levantó y fue a la cocina a traer el postre. Un vaso de arroz con leche y unas galletas de cajetas. La receta se la había copiado a un amigo mexicano que vendía comida en un camión en Tampa. Lo había visitado y se había enamorado de aquellos sabores que, aunque no eran típicamente puertorriqueños, si eran riquísimos.

            “Otro día te preparo unos tamales de yuca que aprendí a hacer con él”, le dijo a Chuito, “son yuca majada con pollo envueltos en una hoja de la mazorca de maíz y cocinados al vapor”. Chuito solo pensaba en envolverla a ella con sus manos y comérsela en medio de la calentura y el sudor de las sábanas.

            El postre lo deleitaron con una música de fondo en la voz de Chayanne. “y si nos quedara poco tiempo… si mañana acaban nuestros días”, cantaban con pasión mirándose a los ojos con picardía. Justo cuando Magda susurraba para ella misma con los ojos cerrados “y si no pudiera hacerte más el amor” sintió los brazos de Chuito alrededor de su cintura y sus besos recorrer su pecho mientas que ella se ahogaba en un suspiro.

 

Tiempo 3

            Él sabia lo que a ella le gustaba, así que no terminó y la hizo esperar un rato más. Hablaron de las navidades pasadas. De cuando eran niños y buscaban los regalos de Santa Cló o los Reyes bajo el arbolito. Compartieron anécdotas graciosas como aquella donde él, cuando vivía con su mamá en el caserío, había pedido un carrito de control remoto, pero se le cayó el mismo día desde el tercer piso. O aquella muñeca que la mamá de ella le había cocido a manos y se la había dejado debajo de la cama. Rieron. Lloraron. Se emocionaron.

            Chuito se acerca un poco más a ella y estirando la agarra el cordial. Esa bebida ligera que entona el estómago después de una cena. Se lo lleva a la boca y da un trago largo para mojarse la garganta. Luego le pasa la lengua a Magda por sus tetas y sigue bajando hasta el ombligo. Ella no pone resistencia, se deja llevar al ritmo de la canción de Bad Bunny y Drake.

            Él la tira sobre la mesa, ya limpia de trastes y dispuesta a servir de cama, y se pone sobre ella. Se mueve lentamente hasta llenarla completa. Ella se pierde en un mundo de sensaciones, como aquella primera vez hace poco más de seis semanas, y los recuerdos de una noche de pasión la hacen sonreír de placer. Se oye en el fondo “te toco y hasta el mundo deja de girar; a nosotros ni la muerte nos va a separar” en la voz del conejo malo.

            La agarra de la cintura y la voltea. Le deja caer toda la leche caliente sobre la espalda hasta bajar por las caderas huesudas por la edad, pero que siguen dándole ese cuerpo perfecto de la mujer que había sido en su juventud. El la besa, nuevamente, con pasión mientras se escucha un “dile que tu eres mía” y ella asienta con una mirada de amor que nunca antes había experimentado. 



_____________

#gnomosuenodeunanochedeverano

#gnomoliterario

No hay comentarios.: