Aquella noche en la que brillaba
fuertemente una estrella
anunciando la llegada del Rey de reyes,
subió un estruendo al cielo
haciendo que la misma se apagara.
Y cuando una pequeña criatura
salió al patio a ver que ocurría
bajó el estruendo
y cegó su aliento de vida.
Desde entonces, dos luceros,
no han vuelto a brillar
y las voces de esta islita,
con lágrimas de dolor,
se escucha que gritan:
Cambiemos las balas por abrazos,
Que ni un tiro suba al cielo
para luego bajar a tierra
a apagar inocentes vidas.
(29 Dic. 2005)
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